domingo, 17 de marzo de 2024

HERRADERO 2024 EL ORDEN DEL CAOS O LA INTELIGENCIA NATURAL

En estos tiempos de despliegue y popularización de la inteligencia artificial nos adentramos en un mundo en el que para cada situación dispondremos de un algoritmo que anticipe el análisis y nos devuelva - en décimas de segundo - un conjunto de opciones cualificadas entre las que, además, priorice la más favorable a nuestros intereses.

De esta forma nos acostumbra a dejarnos llevar permitiendo que la máquina nos sustituya en la tediosa labor de analizar y proponer alternativas como posibles soluciones a un problema complejo.

La superabundancia de datos que caracteriza nuestro día a día nos sumerge en un mundo caótico que facilita a los desarrolladores de la inteligencia artificial beber del fruto de nuestra más odiosa cualidad, la pereza, para convertirnos en alguna medida en sujetos pasivos de nuestras propias decisiones.

Las labores del campo tienen – sin embargo - otro ritmo, otro tempo que es enemigo del barullo y que resuelve haciendo acopio de una inteligencia natural que se maneja en el frágil equilibrio de la justeza de medios, la paciencia, el conocimiento y la tenacidad.

¿Mundos contrapuestos?, tal vez. ¿Mundos complementarios?, mejor.

Me sirve esta entradilla para contaros como hay días en los que el apacible campo bravo, despierta de su letargo diario y se sumerge en el caos.


Un caos delicioso y provocado por la suma de todos cuantos nos visitáis en esta fiesta del herradero y que os agolpáis expectantes junto al cajón de herrar, atraídos por la llamada excitante de la bravura y el impulso atávico del fuego.

Un guiso campero compuesto por la suma perfecta de debutantes, chiquillería, parientes, amigos, amigos de los amigos, acompañantes, ganaderos, toreros, unos que han sido, otros que son, otros que quieren ser y otros que - simplemente - quisiéramos haber sido.

Una sopa juliana que se completa con la aparición, uno a uno, por la manga que da paso desde las corraletas hasta el cajón de herrar, de los jóvenes becerros que hacen así, su presentación en sociedad.

Y, como en cualquier presentación que se precie, lucen su mejor tipo y apuntan su personalidad.

Unos se presentan dóciles, al paso, seguros de sí mismos. Aceptan su encuentro con los hombres y el fuego con la entereza que les aporta la seca bravura que da sentido a su crianza.

Otros, más timoratos, se ruborizan ante la prueba y dan la vuelta queriendo desandar el camino.

Otros se revuelven, patalean, mugen y protestan. Bendita diversidad para una ganadería cortita.

Los invitados los reciben expectantes, los examinan y esperan - me consta - la emoción de lo imprevisto.

Ansían y celebran el momento en el que el instinto, la listeza o la furia de los animales desborde y desbarate ese ir y venir de hierros candentes entre la estufa, el cajón y el gentío que, milagrosamente, año tras año sale ileso de la ceremonia.

Ansían y celebran el momento en el que el caos ordenado de paso al de verdad, al que provoca el becerro que se impone a su cautiverio y desafía, con su alocada embestida, a cuantos pretenden reducir su marcado a la aplicación del algoritmo que había determinado el método más eficaz.

Ansían el barullo, la emoción, la descarga de adrenalina, sentir la respuesta propia y jalear la de los que hacen frente a la situación echando mano de lo que la inteligencia natural del campo nos enseña como valores fundamentales: la entereza, el valor, el arrojo, la colaboración, el compañerismo, la suma de fuerzas, la experiencia, la determinación para resolver.

Así es el momento en el que el herradero se convierte en fiesta, cuando construye momentos memorables para los que lo vieron y para los que participaron, cuando nos provee de historias para recordar y contar.

Así es como ayer, Coquinero número 29, alegró las caras de cuantos estuvisteis presentes y se ganó el respeto, entre sus hermanos de camada, por haber puesto a todos a prueba en el día de su primera prueba.






Os dejo, a continuación un magnífico reportaje de la jornada elaborado por Alfonso Mata.