domingo, 19 de abril de 2020

IMAGINO


En este confinamiento doméstico, empiezo a perder la noción del tiempo. Hace ya tantos días que no salgo de casa que he preferido dejar de contarlos.

Cada día echo de menos el campo, el aire, el contacto con los animales. Ver fotos o videos ya no resulta suficiente.

Imagino la Quinta de Tierz en esta primavera tan suave y buena para el campo y los toros como gris y amarga para los toreros y el ganadero.

Imagino la pradera, como una alfombra, con ese color verde limón que le da el sol de media mañana.

El día sereno, sin viento, algunos charcos en las zonas más bajas. El ambiente, húmedo, invita a llenar los pulmones y mantener la inspiración. Cierro los ojos y dirijo la cara hacia el sol y, desde mi condición de friolero, le agradezco ese calor tibio, que invita a soñar.

Imagino las encinas más tempranas que, como eralillas alocadas comienzan a florecer. Las otras, la mayoría, vendrán más tarde y me hacen pensar ya en un fértil final de la otoñada, sin pasar por este verano que parece que no existirá.

En el cercado grande la piara de las madres. Dispersa y ajena al mundo, ocupa casi por completo el prado de detrás del refugio. Las imagino por mitades. Unas echadas rumiando y otras holgazanas, aprovechando la hierba en un careo pausado hacia la linde del fondo.

Al tiempo, imagino el belfo de una vaca vieja que chorrea en el abrevadero, distraída en su refresco, por el paso furtivo de un zorro que, con su trote ligero, cruza el cercado del camino de atrás.

Imagino 3 becerrillos chicos echados en la paja junto al comedero y otros dos más atrevidos, que tratan de burlar la vigilancia de sus madres para iniciar una excursión hacia la zona de los hoyos. Son dos machitos. Uno es negro mulato, el otro chorreado, de los que no fallan nunca.

Imagino al 1 en el pinarillo que, reburdea aburrido y sin horizonte, maldiciendo su cautiverio, en su desafío constante contra el mundo. La compañía de los más pequeños de la camada, se le hace insuficiente y esa ración extra que les roba a los demás, no sirve de alivio para la quemazón que le produce la presencia de las hembras al otro lado de la alambrada.

En el corralón grande, Farsante, aprovecha su tiempo de descanso para recuperarse. No le importa que su compañía se limite a una cabestrilla berrenda que ya casi es más alta que él. Necesitaba un descanso y lo imagino con la mirada perdida, echado al abrigo de la pared y seguro de que Raúl llegará puntual con su ración de pienso.

Imagino un grupo de novillos jóvenes, todavía con los hierros tiernos, aprovechando que no hay ciclistas ni curiosos para rebañar la hierba de la linde del camino. Van juntos, todavía no se han hermanado con el grupo de erales y utreros que descansan de no hacer nada en su querencia.

Imagino el trino de los pájaros, la liebre encamada, el bando de perdices del camino y los jilgueros en el espino. Imagino dos abubillas que juguetean entre los pinos.

Imagino la paz del campo y la felicidad que no tenemos.

Imagino, en fin, que ya queda un día menos para llegar a la cancela de Toros de Tierz y sonreír viendo que el candado ya está abierto, que los amigos ya llegaron, que va a ser un día grande, que por fin volvemos a encontrarnos.