Por eso cada vez que veo en alguien el deseo de torear pienso que sólo cabe un camino: tratar de ayudarle y desearle la mayor suerte del mundo.
Hace unos días en Toros de Tierz tuvimos el privilegio de asistir a los primeros muletazos de un torero. Un debut íntimo y recogido. Poquita gente, casi en silencio. Una primera prueba de valor y de afición.
A eso de las 5 de la tarde llegó a la finca Alejandro Pérez. Inocencia, nervios e ilusión rodeaban una arrogancia innata.
Se presentó con los deberes hechos. Con las primeras letras del manejo de los trastos aprendidas y ¡cómo no! con las carencias de quien ha aprendido a torear sin más maestro que su propia intuición.
Luego, delante de las becerras nos sorprendió. Fue capaz de hacer el primer día lo que otros tardan años en conseguir: quedarse quieto, ligar los muletazos y completar las tandas.
Estuvo tan bien que tiene uno la tentación de exigirle ya casi como si fuera un novillero.
No sería justo pero es la mejor señal de que este oficio tan difícil tal vez no le quede grande.
¿Asistimos al nacimiento de un torero? Tardaremos algunos años en saberlo, pero de momento podemos decir que el camino se ha iniciado.
Enhorabuena por tu debut Alejandro.
Alejandro Pérez en su debut en Toros de Tierz |
Y por fin, tus primeros muletazos. Tal vez en unos años esta foto forme parte de la historia del toreo |
Así nosotros podremos decir que fuimos los únicos testigos privilegiados del nacimiento de un nuevo torero. |